jueves, 17 de noviembre de 2022

FEMINISMO DEL BUENO

¿Qué está pasando en el feminismo?

¿Cómo es que la Política anda tan perdida?


¿Se estará gestando un ‘seísmo’ de efectos impensables, no controlables y con efectos irreversibles?

La deriva política no es exclusiva de ningún país, nadie está libre -al menos, eso parece-, de una suerte de conspiración mesiánica inspirada, no se sabe muy bien por quién ni por qué pero si el ‘para qué’, visto el resultado y los efectos de la reingeniería social. Volver a la oscura Edad Media en todos los sentidos parece ser la ‘meta’, eso sí, con la aquiescencia de un gran parte de la sociedad engañada o alienada por la promesa de un ‘mundo mejor, más justo, más respetuoso con la Tierra’. Curiosamente, la gente cada día debe enfrentar mayores dificultades económicas mientras que, la clase dirigente, los ‘amos’, viven mejor tal y como solía ser habitual en la Edad Media. Si el daño se hubiera circunscrito a lo económico, el daño sería fácilmente subsanable o, al menos, eso queremos pensar los más optimistas. El peor de los daños es siempre el espiritual. La destrucción moral unida al hambre, es un arma muy poderosa por cuanto, con la destrucción del amor propio, la gente es fácil de manipular al no ofrecer resistencia. Al menos, no la suficiente para lograr frenar el avance de un totalitarismo envuelto en papel de regalo y con un gran lazo rojo.

Si se quiere lograr la sumisión de una persona se deben sacudir sus cimientos, sus creencias, hacerle creer que, además de estar equivocada, su ‘mapa de la realidad’ no lo ha escogido libremente sino que le ha sido impuesto por una sociedad heteropatriarcal que sólo busca el sometimiento sin rechistar de cualquier individuo, ya sea mujer u hombre. Todo ello es el resultado fruto de muchas y diversas estrategias mantenidas y actualizadas a lo largo del tiempo que actúan en las diversas capas de la sociedad y engloban todos los niveles del ser, tanto como individuo como ser social.

¿Reingeniería social?

En efecto. ‘Alguien’ decidió que el rumbo del mundo debía ser alterado o sesgado. Quizá la sociedad había alcanzado un punto de libertad e independencia que comenzó a molestar a los ‘amos’. De hecho, algo que ha sido constante a lo largo de la historia de la humanidad es que los ‘contestatarios’, los rebeldes, los transgresores… nunca fueron bien vistos y sí perseguidos y castigados. Jesús fue un gran transgresor. Martin Luther King también se atrevió a ser transgresor. La Madre Teresa de Calcuta, Juana de Arco y tantos más conocidos y anónimos se hartaron de ‘encajar’ en un molde que ni habrían fabricado ellos ni lo querían para sí. El ‘molde’ que ofrecen los ‘siervos de los amos’, es incómodo, asfixiante, alienante. No en vano, es un ‘molde’.

El feminismo luchó por la igualdad y la libertad de las mujeres. Las feministas perseguían el objetivo de que toda mujer, sin importar su edad, raza o condición social, fuera considerada igual ante la Ley, que pudiese tener acceso a los mismos puestos de trabajo y cargos que cualquier hombre. Esto es, que la variable ‘sexo’ (ahora lo llaman ‘género’, aunque género sólo lo puedan tener las cosas), no fuera un obstáculo. Después de mucha lucha, lograron su objetivo. Así ha sido en la mayoría de países del mundo excepto en aquellos en los que o bien no hay libertad para nadie o bien las mujeres siguen siendo consideradas como ‘de ínfima categoría’ (caso Irán).

Habíamos alcanzado un punto en el que nadie parecía meterse ya con las mujeres ni osar tratarlas como inferiores ni menospreciarlas porque, ellas, en general parecían haber aprendido a respetarse a sí mismas, liderar su destino vital y vivir acorde a ‘soy lo mejor que me ha pasado’.

La transformación nunca es global, siempre hay quien se queda fuera de la evolución o del progreso. Ni todos los hombres estuvieron dispuestos a renunciar a sus privilegios de macho ni todas las mujeres supieron o se atrevieron a emanciparse del yugo machista. Algunas otras, se hicieron un lío en nombre del ‘amor’.

Con el victimismo nos topamos.

En el amor romántico lo que suele complicar la marcha de la relación son, a saber: las expectativas y las necesidades de cada uno de los integrantes de eso llamado ‘pareja’. Empero, aquello no resuelto que llevamos en el inconsciente (‘la sombra’ según C.G. Jung), es el factor determinante. Cuando se está en proceso de elegir pareja, el gran y la naturaleza de la necesidad que se tenga de tener/estar en pareja, es determinante. Se da el caso tanto de hombres como de mujeres –el sexo no es factor decisivo como no lo es la opción sexual-, que andan ‘desesperados’ por la vida tratando de hallar a su ‘media naranja’ –busca a su otra mitad en otra persona en lugar de buscarla en su inconsciente-, algo que, de por sí, ya es estar invocando al dios de los problemas.

¿Cómo puede ser esto?

Quien busca a ‘su otra mitad’ en otra persona apunta maneras, es candidato a asistir a terapia para ‘reencontrarse consigo mismo’ y recomponer las partes negadas de sí mismo. Tarea, nada fácil y que no se completa en pocas sesiones ni en algunas semanas. Asumir las riendas de la vida propia es una tarea encomiable, un viaje de autoconocimiento sólo apto para valientes, audaces y/o hartos de malvivir su vida y fastidiar su destino.

Quien, por el contrario, no quiere asumir las riendas suele optar por echarle la culpa al otro. Y, ¡voilá!, el victimismo hace acto de presencia en las relaciones. De preferencia, es una estrategia de supervivencia elegida por las mujeres.

¿Por qué?

Puede que ello se deba a que, a pesar de la lucha feminista y los avances en materia de igualdad, el machismo sigue siendo determinante y su influencia casi imposible de eludir. Quizá esa sea la explicación de por qué la mujer maltratada emocionalmente por ella misma (de no hacerlo, no estaría en relación con un hombre que la maltratase, ni con uno que pasase de ella, ni con uno que no le conviniese…), en vez de hacer uso de su capacidad de liderazgo opta por victimizarse. Hay una parte de la sociedad disfuncional que ‘necesita’ de víctimas a las que rescatar, por eso, en lugar de enseñarlas a llevar las riendas de su vida, ponerse la corona y no permitir que nadie las humille o ningunee, se afana en hacerles creer que ‘él’, o sea, el hombre, es el malo y, por ende, el origen de todos sus males. De enseñarlas a ser lo mejor que les ha pasado y liderar su vida emocional, se quedarían sin ‘misión’.

¿Es feminismo el actual feminismo?

¿Es posible que se haya creado un pseudofeminismo con el fin específico de discriminar a las mujeres y convertirlas en ‘mujeres de primera’ y en ‘mujeres de segunda’ en base a sus ‘creencias’?

¿Cuáles pueden ser los síntomas que hacen pensar que hay un feminismo que no pretende englobar ni representar a todas las mujeres?

¿Entra dentro de la lucha ‘feminista’ el que un hombre, al haber decidido ‘ser mujer’, a pesar de seguir siendo hombre físicamente, pueda competir con mujeres que son biológicamente mujeres a diferencia de esas ‘mujeres’ cuando, en verdad, un hombre biológicamente hablando? Capítulo aparte es el que cada uno tenga derecho a ‘sentirse’ del sexo que sea, tener la opción sexual que desee, tener las creencias que quiera tener, profesar la religión que le venga en gana y etcétera. El cómo uno decida pensarse, vivirse, sentirse… es algo indiscutible, entra dentro del amplio espectro del derecho a la libertad, por algo fuimos dotados de libre albedrío en nuestro origen divino. Ahora bien, los derechos conllevan responsabilidades. Algo que, algunos y algunas, parecen ignorar a juzgar por sus actitudes.

Como decía, ¿es misógino, machista o, por el contrario, es feminista aceptar que un hombre, que ha decidido mutar en ‘mujer’ (conceptualmente hablando), compita en deportes en el apartado femenino y no con sus iguales genéricos masculinos?

Igual la solución es abolir la ‘clasificación’ hombres y mujeres en el deporte y que compitan todos contra todos sin diferenciar el sexo ni las características inherentes a la biología. Procedamos como se procede cuando de la inteligencia y la capacitación intelectual se refiere.

Ahora bien, ¿no chocaría eso con el ‘dogma’ del nuevo feminismo según el cual, el hombres es malo por el hecho de serlo? Si ellos son tan malos y deben ser marginados, ¿cómo van las mujeres a competir con hombres en el deporte? Y, sobre todo, si la biología no es lo que nos convierte en hombres o en mujeres, ¿cómo puede ser que un hombre biológico sea malo por el hecho de sus hormonas? ¿Seguiría siendo, pongamos por caso, psicópata o violador aunque decidiese ‘trans’ y pasar a ser ‘mujer’?

Por mi parte, opino que la bondad o la maldad no es patrimonio de un sexo sino que lo es de la psique. La bondad o la maldad trascienden la biología, el origen social, la cualificación intelectual, el éxito o el fracaso profesional… Se da el caso de personas con una infancia dura que, en lugar de convertirse en maltratadores, y ‘devolver’ el año que a ellos les hicieron, se convierten en la mejor versión de sí mismos y dedican su vida a ayudar a otros a salir de las situaciones disfuncionales, usan el ‘mal que les hicieron’ como acicate para contribuir a que el mundo mejore.

No sólo es complicado ser hombre en una sociedad ‘hembrista’, también lo es ser mujer siempre y cuando no se comulguen con las ruedas de molino y se pretenda vivir al margen de las consignas de las auto denominadas nuevas feministas que, además de creer haber inventado el feminismo, se arrogan el patrimonio de la verdad y la superioridad típica de los regímenes totalitaristas que tantas vidas ha costado combatir.

¿Cómo hemos llegado a este punto en el que, unas mujeres, se sientan superiores a otras en base a ciertas ‘creencias’, estilo de vida, actitudes vitales?

¿No habíamos quedado en que, el feminismo, nació con el objetivo de lograr la igualdad para todas las mujeres y para equipararlas a los hombres en todas las esferas de la vida? 

Sí eso era así, ¿cómo puede ser que sean mujeres las que les hagan a otras mujeres lo que ellas critican y dicen combatir? Esas que tanto criticaron y critican a misóginos y tachan de machistas a cualquier hombre que ose llevarles la contraria, desprecian, ningunean y sacuden con el ostracismo a toda mujer que no sea de su ‘cuerda’: me refiero a la que opta por ser heterosexual, madre, formar familia, tener vida espiritual, ser cristiana, no tragar el cuento del ‘cambio climático’, no odiar a los hombres, no ser pro abortista…

Menuda incongruencia.

La igualdad debe basarse en la libertad de elección de todos y cada uno de los elementos propios del ser humano en la esfera que sea.

Si una mujer, en el mundo ‘libre’, puede casarse con quien le da la gana ya sea hombre mujer o incluso consigo misma, si puede comprar una casa, si puede ser directiva, ama de casa, madre, vivir sola, si puede votar y tener sus propias ideas políticas, si puede profesar la religión que quiera u optar por ser atea… ¿Cómo vienen ahora unas mujeres y pretenden decirles a ‘las mujeres’ cómo tienen que vivir, ser, con quién se pueden o no acostar, cómo pueden o no pensar?

Asimismo, tampoco es admisible que haya que odiar sí o sí a un hombre.

Ni todos los hombres son malos ni todas las mujeres son buenas.

Dentro de un tiempo, si no se ha corregido rumbo, puede que haya, no sólo hombres con problemas psicológicos (depresión…), sino también mujeres con altos niveles de insatisfacción vital al haber permitido que sea ‘un grupo de mujeres’ –las cuales, nunca tendrán las consecuencias del ‘estilo de vida’ que ellas imponen a otras mujeres-, quienes que les digan, condicionen o impongan cómo ser, cómo vivir su vida, qué ideas tener sobre sexualidad, familia…

Ahora sí, vamos por muy mal camino.

Las mujeres sensatas, con una psique despejada, libre de fanatismos y con un punto de madurez emocional suficiente como para asumir el reto de llevar las riendas de la vida propia y ser artífices de su amor propio (autoestima), deben liderar un movimiento que nos devuelva la sensatez y promueva la libertad y el respeto de y entre nosotras y de nosotras para con los hombres. Más allá del sexo está la persona. Una cosa es identificarse con el sexo (género, como le llaman ahora), y otra bien diferente es que esa identificación se distorsione y alcance rango de sociopatía. Toda identificación patológica sólo crea problemas, desune y acaba siendo el germen de guerras y esclavitud.

Yo, personalmente, siempre fui una feminista-personista. Creo en la verdadera igualdad del ser humano, esa que está basada en la libertad y en la responsabilidad. He combatido la demagogia, el proselitismo, el estupidismo, la victimización y la estulticia. Soy pro la dignidad del ser humano. Puedo discrepar pero nunca dejar de respetar. Cada cual es libre de llevar su vida como mejor sepa o quiera. Por eso, no le tolero a ninguna hembrista (así las bauticé hace años en ‘La maldición de Eva’, Planeta 2006), que me imponga sus ‘mandamientos sectaristas’, que se empeñe en que odie a los hombres o les haga lo que muchos (no todos), les hicieron a las mujeres (algunas se rebelaron contra ello, siempre las hubo valientes, díscolas…). Conmigo no cuenten para crear desigualdad. Las mujeres que odian a los hombres y tienen ‘superioritis aguditis de género’, en vez de seguir esparciendo su odio y combatiendo sus demonios interiores tratando de imponer a los demás su ‘estrategia de supervivencia’, harían bien en acudir al psicoanalista y trabajarse la ‘sombra’ (C.G. Jung).

Una mujer que odia a los hombres tiene un serio problema con su ‘ánimus’ (C.G.Jung), además de la frustración no resuelta con su propia feminidad.

Techo de cristal. Como buena transgresora que soy, diré que nunca creí en el ‘TC’. En mi opinión, es una coartada que se inventaron las mediocres para disimular su mediocridad y su falta de voluntad para luchar por sus metas. A mis 29 años ya tenía un cargo directivo logrado por méritos propios. Nunca me rebajé, ni usé ‘armas de mujer’. Tengo que confesar que hallé más oposición entre mujeres incompetentes que entre hombre incompetentes (que también los hay y, en mi caso, alguno dio la tabarra, un poco…). Las metas son posibles de alcanzar cuando se cree en una misma y se está dispuesta a hacer lo que se tenga que hacer (trabajar, luchar, mejorar, modificar, persistir, estudiar…), con tal de alcanzar el objetivo marcado.

Las mujeres seguras de sí mismas (las bauticé como ‘reinas con la corona bien puesta’ en mi libro LA REINA QUE DIO CALABAZAS AL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA, RBA 2004), apoyan a las mujeres, no compite con ellas ni contra ellas con malas artes, no las desprecian sino que las apoyan.  Las ‘reinas’ no odian a los hombres pues no se sienten inferiores a ellos ni los usan como cubo de sus basuras y frustraciones existenciales al asumir la responsabilidad de sus destinos. Las reinas practican la filosofía eleanoriana del ‘nadie me hace nada que yo no le consienta’.

Ser transgresora, atreverse a tener opinión propia, llevar la contraria a las hembristas y a los machistas, apoyar a las mujeres y a los hombres o al menos darles respeto y no imponerles su criterio sino fomentar la libertad y la independencia de criterio, es ser una buena feminista, una reina con la corona bien puesta.

La verdadera igualdad empieza en una misma.

‘Las perdedoras siempre tienen una excusa, las Ganadoras siempre tienen un plan’.

‘Las reinas no tienen necesidad de rebajar o igualar a nadie hacia abajo para sentirse bien ni para quedar por encima’.

‘Las reinas nunca se quitan la corona para parecer menos altas que un caballero de armadura oxidada o que una damisela de diadema floja’.

“Las reinas no entran en el juego de las damiselas de diadema floja, esto es, no les permiten que les digan lo que tienen que hacer, qué tienen que pensar, cómo tienen que vivir sus vidas, con quién pueden o no estar…”

Una reina, jamás de los jamases, le permite a una damisela de aflojada diadema ni a un caballerete de oxidada armadura que la ningunee, inferiorice o la manipule.

Una reina es una buena feminista, transgresora, libre pensadora, valiente, amorosa, empática, asertiva…

Una reina es un alma que tiene muy claro que no es el cuerpo que habita sino un alma viviendo una experiencia humana enfundada en uno de los dos trajes terrícolas que hay disponibles para vivir la aventura humana.

Un mundo de igualdad asertiva, humana y espiritual es posible.

Yo pongo mi granito de magia. Y, ¿tú?

© Rosetta Forner 17 Noviembre 2022

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