jueves, 17 de enero de 2019

CÓMO ASUMIR LAS RIENDAS DE TU VIDA Y DECIR ADIÓS A LA CULPA Y AL VICTIMISMO


RESPONSABILIDAD NO RIMA CON CULPABILIDAD. 

¿TE SIENTES CULPABLE? ¿POR QUÉ NO PRUEBAS A CAMBIARLO POR 'SER RESPONSABLE'?


A raíz de la lectura de un artículo, que me recomendó una amadrinhada, y que versa sobre los psicópatas, sus víctimas y que estas no son responsables de que un psicópata aparezca en sus vidas, me he puesto a reflexionar sobre el ‘meollo’ en el que hace hincapié el artículo. Me gusta leer ideas diferentes a las mías, porque ello, como poco estimula mis neuronas, me hace pensar y me anima a observar los temas desde diferentes ángulos. A veces, después de dar muchas vueltas -mirar las cosas desde esos distintos puntos de observación, y plantear hipótesis y refutarlas-, llego a un punto diferente o al mismo pero enriquecido. Ergo, siempre me viene bien el cuestionarme ‘temas’.

La primera impresión que me dio el artículo fue que, quien lo escribe, debe tener ‘complejo de rescatador’. ¿Por qué? ¿Qué leí o ‘percibí’ que me llevó a esta ‘conclusión’? Según quien lo escribe, preguntarle, en consulta, al paciente o al cliente –persona que ha tenido la mala suerte de toparse con una persona psicópata y entrar en relación amorosa con dicho personaje o personaja…-, cómo puede haber contribuido a relacionarse con esa clase de persona, supone no empatizar con él/ella la víctima. Ya que el psicópata (hombre o mujer), es el único culpable.  

¡Of course, es el único culpable! 

La culpa es algo que, por lo menos en mi opinión, debe atribuirse a quien perpetra el crimen, el desaguisado, la ofensa, el maltrato, el abuso, la manipulación. Nunca la víctima es culpable. Ahora bien, yo prefiero distinguir entre víctima y co-responsable. 
Me explico.

VÍCTIMA: entiendo por ‘víctima’ a toda persona que sin hacer nada más que ‘pasar por allí’, se topa con una persona psicópata (hombre o mujer), y cae en las redes de dicho humanoide y es violada, asaltada, ninguneada, maltratada, torturada, asesinada… Su única contribución, desafortunadamente, fue ‘cruzarse en el camino del psicópata’ por cuestiones del, en esos casos, maldito azar.

CO-RESPONSABLE: Aquí excluyo todos los casos anteriores. Aquí sólo incluyo el supuesto ‘relación amoroso-sentimental-romántica’.  Por consiguiente, podríamos llamarla, a partir de ahora, ‘abducida’. Las sectas funcionan de forma parecida: abducen, hacen un lavado de cerebro, o mejor dicho, destiñen la autoestima de la persona, le eliminan su dignidad, le violan el alma (término acuñado por una de mis amadrinhadas que tuvo la desgracia de toparse con uno…), sólo así la pueden manipular a su antojo. Obviamente, esto no ocurre de la noche al día, es un proceso gradual.

De todos es sabido que una persona psicópata es realmente encantadora, más seductora y embaucadora que el mejor de los seductores. La personalidad psicopática usa sus ‘dones’ para conseguir sus fines de ‘nutrir su narcisismo patológico’. La víctima es un medio, nunca un fin. El fin es ‘adorarse a sí mismo’ o ‘calmar sus demonios internos’, o ‘retroalimentar su superioridad disimulando así su complejo de inferioridad’. Como en el cuento de Caperucita roja, tanto la madre como la abuela, ambas son representaciones del sentido común y de la sabiduría. Empero, en el cuento están muy disfuncionalizadas por cuanto no cumplen su función de enseñarle a la hija los peligros del bosque, por lo que acaba en brazos y en las fauces del lobo. El cuento cumple la función de mostrarnos que, cuando las capacidades de sentido común, sabiduría, precaución, instintos…, están mermadas o son dejadas de lado, es fácil caer en brazos del ‘lobo’ (el mal). Por consiguiente, en terapia, lo que hay que hacer es restituir esas capacidades, activarlas, ponerlas a funcionar asertivamente, o lo que es lo mismo, dotarle a la persona, que se ha relacionado o ha caído en las redes de un psicópata, de ‘estrategias’ para detectarle a tiempo antes de caer en sus fauces.

¿Cómo puede lograrse esto?

Para empezar, hay que analizar cómo contribuyó por acción u omisión la persona ‘atrapada’. Según quien escribió ese artículo, esto no debe hacerse puesto que, al hacerlo, la/el terapeuta no muestra empatía con la persona. Empatizar no es sinónimo de rescatar. Para poder ayudar a alguien a salir de su ‘laberinto’, tengo que empatizar con esa persona, ponerse en su lugar, pensar y sentir como ella, ser ella figuradamente hablando, así podré elaborar una estrategia para ‘sacarla’ de su agujero. La vía fácil es ‘darle la razón’ a la ‘abducida’. Esa suerte de falsa simpatía, al terapeuta, le hace parecer como muy comprensivo y amable. No obstante, es pan para el terapeuta y hambre para el paciente. Empatizar no significar culpar al paciente, a la ‘abducida’. No. Muy al contrario, empatizar permite hallar el cómo, esto es, qué pasó, cómo fue que esa persona acabó en las redes de un psicópata y se quedó atrapada. Hallar la causa permite diseñar un antídoto para que esa persona, de ahora en adelante, no vuelva a caer en las redes de un psicópata, lo huela a cien kilómetros… Una especie de ‘rayos x’ o de ‘radar supersónico’ que le permita detectarlos y evitarlos.

Yo, hasta el momento, he hallado que la Responsabilidad sobre los aconteceres de nuestra vida, me/nos permite liderar nuestro destino respecto de las variables que son susceptibles de habitar en nuestros dominios.


Eso sí, nunca olvido que ‘yo termino donde empieza el otro, y viceversa’. Hay variables que NO están en mis manos. Variables que no puedo influenciar pero que si puedo ‘actitudizar’, esto es, decidir qué actitud quiero tener.


Os pongo un ejemplo para resumir todo esto: 
Pongamos que tengo un coche. Me quedo tirada en la carretera. La grúa me lo lleva a un taller. El mecánico me dice que ‘el fallo se debe a que me quedé sin aceite’, y ello a pesar de que el coche me lo señaló. Pero, yo pasé de las ‘señales’ y ‘avisos’ del coche. El mecánico es el terapeuta: me arreglará el coche, o sea, a mí. El mecánico me señala cómo fue que se produjo ese ‘fallo’: al faltar aceite, el motor se gripó. No por decirme ‘la causa’, me estaría culpando sino responsabilizando. De este modo, si yo sé que la falta de aceite hace que el motor se gripe, la próxima vez si haré caso a los ‘avisos’ y rellenaré el depósito de aceite. ¿A que a nadie se le ocurriría pensar que el mecánico es un desconsiderado por hacerme saber que debo vigilar el nivel de aceite? Ergo, si yo le hago ver la causa -del por qué el motor se le gripó o la causa por la cual fue abducida, a la ‘abducida’-, y su solución, ¿estaría yo siendo no empática con ella? O, ¿sería mejor para ella que yo, mecánico, le dijese algo así como: ‘Los coches son muy suyos, cuando les parece se tragan el aceite y te crean problemas’?

Personalmente, soy partidaria de liderar mi vida, de marcar yo el rumbo no de que me lo marquen.

Y, tú, ¿qué prefieres?

Besos hadados
Rosetta
UN POCO DE HADAMADRINING ES UN MUCHO DE COACHING

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