RESPONSABILIDAD NO RIMA
CON CULPABILIDAD.
¿TE SIENTES CULPABLE? ¿POR QUÉ NO PRUEBAS A CAMBIARLO POR 'SER
RESPONSABLE'?
A raíz de la lectura de un artículo, que me
recomendó una amadrinhada, y que versa sobre los psicópatas, sus víctimas y que
estas no son responsables de que un psicópata aparezca en sus vidas, me he puesto
a reflexionar sobre el ‘meollo’ en el que hace hincapié el artículo. Me gusta
leer ideas diferentes a las mías, porque ello, como poco estimula mis neuronas,
me hace pensar y me anima a observar los temas desde diferentes ángulos. A
veces, después de dar muchas vueltas -mirar las cosas desde esos distintos
puntos de observación, y plantear hipótesis y refutarlas-, llego a un punto
diferente o al mismo pero enriquecido. Ergo, siempre me viene bien el
cuestionarme ‘temas’.
La primera impresión
que me dio el artículo fue que, quien lo escribe, debe tener ‘complejo de
rescatador’. ¿Por qué? ¿Qué leí o ‘percibí’ que me llevó a esta ‘conclusión’?
Según quien lo escribe, preguntarle, en consulta, al paciente o al cliente –persona
que ha tenido la mala suerte de toparse con una persona psicópata y entrar en
relación amorosa con dicho personaje o personaja…-, cómo puede haber
contribuido a relacionarse con esa clase de persona, supone no empatizar con
él/ella la víctima. Ya que el psicópata (hombre o mujer), es el único culpable.
¡Of course, es el único culpable!
La
culpa es algo que, por lo menos en mi opinión, debe atribuirse a quien perpetra
el crimen, el desaguisado, la ofensa, el maltrato, el abuso, la manipulación.
Nunca la víctima es culpable. Ahora bien, yo prefiero distinguir entre víctima
y co-responsable.
Me explico.
VÍCTIMA: entiendo por ‘víctima’
a toda persona que sin hacer nada más que ‘pasar por allí’, se topa con una
persona psicópata (hombre o mujer), y cae en las redes de dicho humanoide y es
violada, asaltada, ninguneada, maltratada, torturada, asesinada… Su única
contribución, desafortunadamente, fue ‘cruzarse en el camino del psicópata’ por
cuestiones del, en esos casos, maldito azar.
CO-RESPONSABLE: Aquí
excluyo todos los casos anteriores. Aquí sólo incluyo el supuesto ‘relación
amoroso-sentimental-romántica’. Por
consiguiente, podríamos llamarla, a partir de ahora, ‘abducida’. Las sectas
funcionan de forma parecida: abducen, hacen un lavado de cerebro, o mejor
dicho, destiñen la autoestima de la persona, le eliminan su dignidad, le violan
el alma (término acuñado por una de mis amadrinhadas que tuvo la desgracia de
toparse con uno…), sólo así la pueden manipular a su antojo. Obviamente, esto
no ocurre de la noche al día, es un proceso gradual.
De todos es sabido que
una persona psicópata es realmente encantadora, más seductora y embaucadora que
el mejor de los seductores. La personalidad psicopática usa sus ‘dones’ para
conseguir sus fines de ‘nutrir su narcisismo patológico’. La víctima es un
medio, nunca un fin. El fin es ‘adorarse a sí mismo’ o ‘calmar sus demonios
internos’, o ‘retroalimentar su superioridad disimulando así su complejo de
inferioridad’. Como en el cuento de Caperucita roja, tanto la madre como la
abuela, ambas son representaciones del sentido común y de la sabiduría. Empero,
en el cuento están muy disfuncionalizadas por cuanto no cumplen su función de
enseñarle a la hija los peligros del bosque, por lo que acaba en brazos y en
las fauces del lobo. El cuento cumple la función de mostrarnos que, cuando las
capacidades de sentido común, sabiduría, precaución, instintos…, están mermadas
o son dejadas de lado, es fácil caer en brazos del ‘lobo’ (el mal). Por consiguiente,
en terapia, lo que hay que hacer es restituir esas capacidades, activarlas,
ponerlas a funcionar asertivamente, o lo que es lo mismo, dotarle a la persona,
que se ha relacionado o ha caído en las redes de un psicópata, de ‘estrategias’
para detectarle a tiempo antes de caer en sus fauces.
¿Cómo puede lograrse
esto?
Para empezar, hay que
analizar cómo contribuyó por acción u omisión la persona ‘atrapada’. Según
quien escribió ese artículo, esto no debe hacerse puesto que, al hacerlo, la/el
terapeuta no muestra empatía con la persona. Empatizar no es sinónimo de
rescatar. Para poder ayudar a alguien a salir de su ‘laberinto’, tengo que
empatizar con esa persona, ponerse en su lugar, pensar y sentir como ella, ser
ella figuradamente hablando, así podré elaborar una estrategia para ‘sacarla’
de su agujero. La vía fácil es ‘darle la razón’ a la ‘abducida’. Esa suerte de
falsa simpatía, al terapeuta, le hace parecer como muy comprensivo y amable. No
obstante, es pan para el terapeuta y hambre para el paciente. Empatizar no
significar culpar al paciente, a la ‘abducida’. No. Muy al contrario, empatizar
permite hallar el cómo, esto es, qué pasó, cómo fue que esa persona acabó en
las redes de un psicópata y se quedó atrapada. Hallar la causa permite diseñar
un antídoto para que esa persona, de ahora en adelante, no vuelva a caer en las
redes de un psicópata, lo huela a cien kilómetros… Una especie de ‘rayos x’ o
de ‘radar supersónico’ que le permita detectarlos y evitarlos.
Yo, hasta el momento,
he hallado que la Responsabilidad sobre los aconteceres de nuestra vida, me/nos
permite liderar nuestro destino respecto de las variables que son susceptibles
de habitar en nuestros dominios.
Eso sí, nunca olvido que ‘yo termino donde empieza el
otro, y viceversa’. Hay variables que NO están en mis manos. Variables que no
puedo influenciar pero que si puedo ‘actitudizar’, esto es, decidir qué actitud
quiero tener.
Os pongo un ejemplo
para resumir todo esto:
Pongamos que tengo un coche. Me quedo tirada en la
carretera. La grúa me lo lleva a un taller. El mecánico me dice que ‘el fallo
se debe a que me quedé sin aceite’, y ello a pesar de que el coche me lo
señaló. Pero, yo pasé de las ‘señales’ y ‘avisos’ del coche. El mecánico es el
terapeuta: me arreglará el coche, o sea, a mí. El mecánico me señala cómo fue
que se produjo ese ‘fallo’: al faltar aceite, el motor se gripó. No por decirme
‘la causa’, me estaría culpando sino responsabilizando. De este modo, si yo sé
que la falta de aceite hace que el motor se gripe, la próxima vez si haré caso
a los ‘avisos’ y rellenaré el depósito de aceite. ¿A que a nadie se le
ocurriría pensar que el mecánico es un desconsiderado por hacerme saber que
debo vigilar el nivel de aceite? Ergo, si yo le hago ver la causa -del por qué
el motor se le gripó o la causa por la cual fue abducida, a la ‘abducida’-, y
su solución, ¿estaría yo siendo no empática con ella? O, ¿sería mejor para ella
que yo, mecánico, le dijese algo así como: ‘Los coches son muy suyos, cuando
les parece se tragan el aceite y te crean problemas’?
Personalmente, soy
partidaria de liderar mi vida, de marcar yo el rumbo no de que me lo marquen.
Y, tú, ¿qué prefieres?
Besos hadados
Rosetta
UN POCO DE
HADAMADRINING ES UN MUCHO DE COACHING
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