martes, 15 de enero de 2019

EL SÍNDROME DE LA OLLA EXPRÉS, O EL ODIO NO EXPRESADO


EL SÍNDROME DE LA OLLA EXPRÉS

‘No tienes mi permiso para usarme como cubo de tus basuras existenciales’, es uno de mis lemas. Si no se opta por ventilar las frustraciones de forma sana, ya sea yendo a terapia, haciendo deporte, bailando, reflexionando con Dios, dándole al pedal o a un saco de piedras, no queda otra que vomitarle al otro la ira pasada de fecha que lleva años habitando el corazón y pudriendo las neuronas. Las redes sociales, con demasiada frecuencia, se parecen más a un estercolero que a un medio donde intercambiar opiniones, ideas, fotos u otras vivencias. Hemos asistido a linchamientos mediáticos que sólo se explican desde la miseria psicológica consecuencia directa de la apostasía de valores humanos en la que se ha sumido esta sociedad. Recuerdo el caso Víctor Barrios, el torero de 29 años fallecido en la plaza de toros de Teruel. Hubo ‘vomitadas’, en forma de mensajes celebrando su muerte, que parecían salidas del alma negra de un psicópata o del mismísimo averno. Quizás, fueron los mismos los que también se alegraron de la muerte de un niño, a causa de un cáncer, porque ‘de mayor, quería ser torero’. La frustración, producto resultante del ejercicio de derechos exento de asunción de responsabilidades, es muy peligrosa. Por cuanto, se envuelve en el cinismo de una supremacía, desde la cual se decide quien tiene derecho al respeto (que no es tal sino una suerte de ‘perdonavidas’ que reparte el que se arroga la posesión de la verdad absoluta), y quien debe recibir una ducha de odio. La ausencia de valores humano-espirituales, unido a la inmadurez psicológica, es la nueva ‘arma de destrucción masiva’. Por eso, hay que ponerle límite legal. Al odio, ni agua puesto que, este manager del miedo, sólo causa problemas, guerras, pobreza espiritual y hace olvidar que todos somos hijos del mismo Dios y dignos de respeto a nuestra singularidad.

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