martes, 22 de noviembre de 2016

LIDERAS O AGUANTAS QUE TE MANDEN

¿MANDAS O TE MANDAN? © Rosetta Forner 

 “Si no contratarías a la empresa que te ha contratado o no serías el jefe de tu jefe, ¿cómo es que todavía trabajas ahí o tienes a esa persona por jefe? Libérate de tu propia esclavitud. La libertad es un derecho que si no lo ejerces no te sirve de nada tenerlo.” © I. Boss, ‘EL GANADOR QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO’ (Zenith). 



 He trabajado por cuenta ajena, y me gustó hacerlo.
No es fácil ser empleada, tampoco lo es ser jefa –por regla general es difícil contentar a gente tan dispar que, lo único que tienen en común, en el mejor de los casos, es el trabajar en el mismo departamento, o para la misma empresa-.
Arquetípicamente, el ‘jefe’ suele recordar al padre o a la madre.
La empresa es una suerte de ‘escenario psicoanalítico’ donde la gente trata de lidiar con sus fantasmas interiores a través de relacionarse con los diversos ‘personajes’ de su drama personal, por eso es tan habitual tener ‘problemas’ en el lugar de trabajo. Si la jefa es mujer, la cosa se complejiza aún más. A pesar de que pueda pensarse que en el siglo 21 estas cosas, ‘ya no pasan’, pasan y mucho.
Sin tapujos y con total sinceridad, las mujeres lo tienen mucho más difícil que los hombres, porque al ‘techo masculino’ (que no de ‘cristal’), hay que añadir que entre ellas no existe ‘solidaridad de verdad’, sino competencia oculta, e incluso, a veces, desleal. Si la mujer jefa adopta el rol de ‘amiga’ o de ’madre’, en ese caso, quizá logre templar los ánimos de sus colaboradores femeninos que se avengan a interpretar el rol de ‘hijas’ o de ‘amigas’. En cambio, si opta por ejercer el liderazgo sin disimulos, debe prepararse para lidiar con egos que le crearán situaciones complicadas, de difícil manejo, o como poco, desagradables.
Las mujeres esperan de su jefa que las defienda, cuide, disculpe, y cubra las espaldas, pero no que les exija, responsabilice y se relacione con ellas como lo haría un jefe hombre.
Las colaboradoras a las que no les importa tener por jefa, a una mujer líder, o que la prefieren a un jefe hombre, suelen ser mujeres que se han liberado de los celos que conlleva el ‘género’, constituyendo unos elementos excelentes en el equipo, a modo de piedra angular, que contribuirá a alcanzar el éxito.
Que no te guste el jef@ que tienes, no te convierte en candidato al ‘diván del psicoanalista’ pues no todos los jefes –o jefas-, son buenos. A veces, tampoco son buenas personas: los hay frustrados, acomplejados, incompetentes, mezquinos… Idealmente, todos los jef@s, deberían ser geniales, fuera de serie, competentes.

 ¿Cómo es el/la que te la tocado en suerte o tu inconsciente escogió? 

 En mi caso, he tenido de todo un poco. Ahora soy mi propia jefa y mi ‘colaboradora estrella’, ello me facilita tanto el quejarme como el hacer sugerencias. Lo mejor de todo es que NO tengo que esforzarme en disimular la incompetencia de otros, ni asumir que sus errores desluzcan mi trabajo. Por supuesto, haber trabajado en equipos muy diversos ha sido la razón del por qué decidí enseñar a la gente a ‘contratar a quien la quiere contratar’, factor ineludible cuando se quiere crear equipos cohesionados, asertivos, eficaces, de alto rendimiento, centrados en sacar la empresa adelante y no en conspirar, o perdiendo el tiempo en actividades no relacionadas con la actividad y el propósito de la empresa. Si, en una entrevista para optar a un puesto de trabajo, te focalizas en agradar, pues sólo piensas en conseguir que te den el contrato, y no en hacer preguntas, puede que acabes trabajando a las órdenes de alguien a quien querrías mandar al infierno en tú primer día de trabajo. 

Para evitar tan desaconsejable situación, entrevístale. 


Hazle preguntas (mejor llevarlas preparadas).
Evalúa sus respuestas, los pros y contras.
Y, decide si quieres o no contratarlo, a ser posible, antes de que te hagan la oferta en firme.
Durante la entrevista, todo aquello que no te convenza o no te cuadre, será mucho peor cuando estés dentro.
No minimices los ‘contras’, no desatiendas las señales ni desprecies la información subliminal. Recuerda que irás a trabajar cada día de la semana, que pasarás allí ocho horas, y eso se repetirá todas las semanas, todos los meses…, mientras no te rescindan el contrato.

¡Trabajar en el infierno se te hará eterno! 

 Simplemente a cambio de un salario que bien podrías tener de emplearte a ti mismo o quizá trabajando para alguien a quien si contratarías.

 Quien no te valore el primer día de trabajo, nunca no lo hará.
Quién no sea capaz de ver tu talento y/o potencial -valorar tus capacidades y apreciar tu grado de profesionalidad-, no lo hará por más que te esfuerces.

He trabajado en multinacionales.
He constatado que, no todos los que ostentan altos cargos, son buenos profesionales.
En algunos casos, cuánto más grande la compañía, mayor es el número de incompetentes por metro cuadrado.
Sin embargo, siempre hay alguien dispuesto a asumir las competencias y las responsabilidades que conlleva hacer bien un trabajo.
Lamentablemente, estos quedan opacados por los trepas incompetentes que les hurtan el mérito y la gloria del trabajo bien hecho. Empero, los que valen y consienten que otros se adjudiquen el mérito y se lleven los laureles, tienen otro nivel de mediocridad: el de no creer en ellos lo suficiente como para largarse en busca de una oportunidad mejor, o como poco cambiar de estrategia y lograr que se sepa quién es el profesional competente. A veces, en las altas esferas no se enteran de lo qué pasa en cada departamento de la compañía.
Deberían saberlo.
Parte de las competencias de un jefe es conocer a sus empleados y saber lo que pasa en cada rincón de la compañía. Las empresas que no suelen dar lo mejor de sí mismas, ello se debe a que los equipos no están dirigidos por un buen líder. En cada empresa debería existir un ‘catador de talentos’, alguien externo que evalúe el potencial de cada miembro del equipo, sus aspiraciones, sus capacidades y sus ‘puntos débiles’ para organizar así el organigrama de rendimiento óptimo de la empresa. Si trabajas por cuenta ajena, deberías ocuparte de ti como si fueras tu propio jefe: liderarte, dirigirte, supervisarte, enseñarte, corregirte, exigirte… De ésta manera podrás complementar o discutir la evaluación de tu jefe, e incluso proponerte para un ascenso o mejora.

Si tu actual jef@ no se entera de lo fabuloso que eres, debes hacérselo saber.

Quien no se arriesga no se da la oportunidad de ganar. Asume que tu situación se da porque tú lo permites y lo fomentas. Si no lo permitieses, no sería como es. Muchas personas se pasan la vida esperando a que los demás se den cuenta de lo mucho que valen. En mi opinión, tampoco ellos saben lo que valen por eso esperan que otro se lo diga. Al no lograrlo, se frustran y enfurruñan. Existe la variante del que sabe que vale, pero no osa defenderlo.
En su caso la frustración es mayor, pues siendo consciente de su valía, le atenaza el miedo al fracaso que supondría el confrontar a la autoridad y que no se le reconociese, ya que ello supondría el tener su puesto de trabajo ‘tragando’. Si en la empresa donde prestas tus servicios, les has mostrado que, no importa cómo te traten, ahí sigues tú, no esperes un milagro. Lo que uno permite es lo que uno promueve. Lo que te sucede no se debe a que trabajes por cuenta ajena, de hacerlo por cuenta propia, te sucedería lo mismo: tus clientes no te respetarían, los habrías acostumbrado a ‘exigir mucho y pagar poco’, algo así como ‘ellos tendrían todos los derechos y tú ninguno’.

 Solución: empieza por desintoxicarte de tu sumisión, de tu falta de confianza, de tu miedo a dar el salto, de tu apego a la zona de confort (la comodidad de la incomodidad). Si no sabes cómo hacerlo, búscate hadamadrina. Un buen coaching PNL puede hacer maravillas. Palabra de experta.


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